domingo, 23 de diciembre de 2007

EL MORBO DE LOS ACENTOS

Son muchas las cosas que me producen morbo: desde los tatuajes, hasta los piercings, pasando por el corte de pelo, la profesión, el tipo de pantalón o camiseta. Tatuajes en los brazos, en la nuca, en la espalda, rapados, pelo largo con coleta, sin coleta, oxigenados, con mechas, engominados, despeinados, incluso rastas. Bomberos, policías, deportistas, bailarines, obreros, pantalón ajustado definiendo culo, camisetas con mangas y sin magas marcando pectorales... Muchas son las cosas que me causan morbo. Pero además de todos estos elementos la mayoría elegidos libremente por el causante de mi desmedido morbo, existen otras circunstancias no elegidas, que agravan, si cabe, el morbo: la nacionalidad y el acento. Hay nacionalidades que con sólo oírlas nombrar desatan en mi interior un morbo desmedido, brasileños, cubanos, argentinos, italianos, portugueses, caribeños, árabes, húngaros... Supongo que será efecto de la imageniería común, fruto de los mitos y tópicos sociales, pero lo cierto es que ciertas nacionalidades provocan una reacción que hace que me fije más en los ciudadanos de ciertos países.

Normalmente a esa procedencia se le ha de añadir otro elemento inefable: el acento. Hay acentos que me ponen, acentos que provocan deseos, desatan la imaginación generando un estado de (mas)turbación que me hace perder la razón.

El acento argentino, tan masculino, me hace pensar en hombres duros, pero tiernos, hombres que saben lo que quieren y lo que quieres, hombres dispuestos a ser héroes, pero con un toque de villanos. El acento argentino hace sexi a quien lo habla, lo hace más masculino, le da un toque de gravedad a las conversaciones. Con acento argentino hasta el mismísimo J.J Vázquez me suscitaría morbo, aunque la verdad ni me lo imagino.

El acento portugués o brasileño, dulce y musical, tierno y juguetón y por supuesto muy, muy erótico. Evoca cuerpos definidos, labios carnosos, caderas en marcha, ritmo, baile, samba, pasión. Con acento portugués hasta el mismísimo F.J Losantos podría parecer humano, aunque eso sea pedirle peras al olmo.


El acento italiano, mezcla masculinidad y ambigüedad, musical, irónico, exagerado, divertido, suena a broma, a gracia. Suena a amor, a sexo, a cariño, a discusión, a fiesta. Con acento italiano hasta el mismísimo C. Vidal podría tener su cosa, aunque seguiría pesando más su excesiva grasa y su empalagosa prepotencia.



El acento cubano o caribeño, aunque difícil de entender en ocasiones, resulta muy sensual, evocador de playas, palmeras, atardeceres. Suena a cariño, a ternura, a pasión, a timbales y maracas. Con acento cubano hasta el mismísimo A. Acebes, podría hablar más de dos minutos seguidos sin provocar malestar general, aunque entonces ya no sería él.


Otros acentos que me ponen son el canario, o el acento de alguno árabes cuando hablan en castellano. También el gaditano o incluso el sevillano tienen su cosa.

Sinceramente creo que con acento argentino o portugués, o italiano, o cubano, o canario o árabe, hasta yo mismo podría tener cierto morbo.

No hay comentarios: