miércoles, 21 de noviembre de 2007

EL ROSTRO DE LOS LOCUTORIOS

Vivo en una de esos pueblos y ciudades en los que proliferan los locutorios telefónicos para personas inmigrantes. En mi camino hacia casa, paso a diario por una calle en la que un portal y sí y otro también corresponden a estos establecimientos. Grandes y pequeños, antiguos y modernos, llenos o vacios...Algunas de las cabinas dan a la calle, por lo que en mi recorrido puedo ver y puedo sentir los rostros de sus usuarios. Rostros de añoranza, de melancolía, caras de esperanza, de tristeza ilusionada, de ilusión entristecida, rostros latinos, magrebíes, africanos, asiáticos, caucásicos. Todo los colores y olores, todas las facciones y todos los acentos, todas las músicas, todos los idiomas, las latutudes y altitudes, pensamientos y sentimientos, se dan cita en los locutorios.
Y al pasar y ver los rostros, no puedo evitar pensar ¿con quién está hablando? ¿de qué está hablando? ¿qué pasa por su cabeza? ¿y por su corazón?

Quizá al otro lado del teléfon
o se encuentre su madre, o puede que sus hijos, ¿sus amigos talvez? En cualquier caso personas separadas por el arma más cruel de la dinámica espacial.

Le cuenta que está bien, que ha vuelto a encontrar trabajo, que todavía lo miran raro, que los añora, que le quiere, le pregunta si llegó ya el dinero, manda saludos y besos para los conocidos. Y le cuentan que allí las cosas no van bien, que la plata ya llegó y que ya se la gastaron, que un conocido del pueblo piensa viajar, que el abuelo está mejor, que el perro se murió, que todavía hace buen tiempo....

Y en su cabeza y en su corazón se mezclan sentimientos de alegría e impotencia, añoranza y esperanza, rabia y calma. Y no puede más y aunque intenta disimular la voz se le entrecorta y una lágrima brota y su m
irada se pierde tras el cristal y su mente viaja atraviesa el estrecho y los océanos, los Urales y los Cárpatos y puede oler los aromas de su tierra, sentir el viento de su pueblo, tocar el cuerpo del lejano pariente o amigo. Y no entiende porqué ni está allí, ni está aquí. Y comprende que empieza a ser un extraño en su tierra natal y que en su tierra de acogida nunca lo dejo de ser. Y sueña algo mejor, y sueña con volver o que familia pueda venir.

De pronto alguien llama a la cabina, hay cola y el lleva mucho tiempo, se despide, cuelga el aurícular, disimuladamente seca su incipiente lágrima y haciéndose el duro sale de la cabina, bromea con el siguiente, pero su alma todavía le duele.


Y toda esta experiencia por sólo 3,25 Euros.

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