lunes, 5 de mayo de 2008

CELEBRACIONES ¿POR QUÉ? ¿PARA QUÉ?

Ayer por la noche estaba leyendo tranquilamente cuando un estallido de bocinas de coches y petardos me sobresaltó, interrumpiendo mi apacible lectura. El tumulto proveniente de la plaza a la que da mi domicilio me hizo mirar por la ventana y comprobar por mí mismo a que se debía el jaleo. Decenas de coches daban vueltas a las rotondas que limitan la plaza, ondeaban banderas y los ocupantes de los vehículos parecían exultantes. Sin duda se trataba de una celebración, un esperada y deseada celebración. Pensé cuál podría ser el motivo de tan desaforada alegría.

Quizá haya bajado, por fin, el precio del petróleo.
O tal vez hayan sido los alimentos.
Pudiera ser que los bancos hubieran decidido de forma unilateral condonar la hipoteca.
Se trataba, en cualquier caso, que afectaba profundamente a la vida de las personas que en ese momento manifestaban su felicidad casi plena.

Como tengo algo de soñador seguí pensando.

¿ Se habrán acabado todas las tiranías del mundo?
¿ Cuál de los ocho objetivos del milenio se habrá alcanzado?
¿ La cura definitiva del cáncer ha sido por fin descubierta?

Fue en ese momento cuando oí jubilosos cantos que decían: ¡Campeones! ¡Campeones! Oeoeoeo

Se trataba de una victoria. Pero... que raro por estas fechas no se conceden ni los nobeles, ni los príncipes de Asturias, ni nada de eso.

¿Quién habrá ganado? ¿Qué habrá ganado? Debe de tratarse de alguien o algo que transformará la vida de todos los ciudadanos expresan sus vítores.

Descubrí en ese momento en una de la muchas banderas que se blandían en el escudo del Real Madrid. Y entonces comprendí que además de soñador soy gilipollas. Joder el Madrid ha ganado la liga y yo ni me he enterado.

Semejante celebración me pareció exagerada. No alcanzaba porque a casi 600 kilómetros de la capital, la victoria de uno de sus equipos provocaba semejante algarabía. Se trataba de una verdadera alegría para los hinchas del equipo, pero de ahí a celebrar el título como si la vida fuera en ellos hay una gran diferencia. Conecté la radio y comprobé como una escena parecida a la de mi pequeña localidad se estaba produciendo en pueblos y ciudades de todos los puntos cardinales.

Pensé, que alegría, que felicidad, que exultación, pero mañana todos ellos volverán a la misma vida de siempre. Volverán a pagar a precios desorbitados el combustible corporal y motor. Volverán a invertir casi la mitad de su sueldo en hipotecas escandalosas. Los tiranos al igual que el cáncer y otras enfermedades continuarán haciendo de las suyas. Los objetivos del milenio estarán tan lejos o más que hoy.

Y fue sólo entonces cuando paradójicamente, comprendí lo que estaba viendo.

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